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Por eso consultó al Señor, pero él no le respondió ni en sueños, ni por el urim ni por los profetas. Por eso Saúl les ordenó a sus oficiales:

―Buscadme una adivina, para que yo vaya a consultarla.

―Pues hay una en Endor —le respondieron.

Saúl se disfrazó con otra ropa y, acompañado de dos hombres, se fue de noche a ver a la mujer.

―Quiero que evoques a un espíritu —le pidió Saúl—. Haz que se me aparezca el que yo te diga.

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